Orígenes
El castillo de Castellar forma parte de la línea de fortificaciones construida durante el siglo X para la reconquista. Las fortificaciones fueron ubicadas en lugares elevados que dominaban el paso de ríos o arroyos, cuyos valles eran el camino natural para llegar a las llanuras más extensas y ricas, donde se hallaban las ciudades. Estas fortificaciones sirvieron, por un lado, para impedir las razias de los árabes hacia las tierras llanas del Bages o la Anoia, y por otro, para conquistar el altiplano de Calaf y avanzar hasta el Urgell.
En el siglo XI Castellar ya había finalizado su reconquista y el territorio estaba feudalizado. Lo sabemos gracias al testamento de Seguí, señor de Castellar, datado en 1022. Al morir Seguí, el castillo de Castellar abarcaba, además de su término, el dominio de seis torres que dieron lugar a seis núcleos medievales fortificados que han perdurado hasta la actualidad: Les Coromines, El Seguer, Puigfarner, Vilallonga, Solanelles y La Guàrdia Pilosa.
Entre las tres primeras torres y el castillo se encontraba una torre vigía a 700 metros de altura que las comunicaba con el mismo: la masía de La Guardiola, posteriormente denominada Cal Ribera. Así pues, el dominio de los Castellar formaba un territorio en forma de cuña que se extendía de levante a poniente, desde el castillo hasta La Guàrdia Pilosa, actualmente municipio de Pujalt.
La reconquista también fue visible en el terreno espiritual, ya que en la organización de estos nuevos territorios siempre participó la Iglesia. Todos los enclaves surgidos alrededor de las torres contaban con una iglesia, casi todas sufragáneas de Sant Miquel de Castellar. De este modo, la relación entre los tres elementos del mundo feudal, señor, Iglesia y campesinado, se consolidó en los territorios conquistados.